jueves, 18 de diciembre de 2014

La mano negra es el petróleo, artículo de Guillermo García Alcalde




La mano negra es el petróleo
El crudo como causa de los males del mundo
Guillermo García Alcalde


El desplome del precio del petróleo debería de ser una llamada al sentido común y desbloquear el desarrollo masivo de las energías limpias, alternativas, renovables, no contaminantes, o como quieran llamarlas. Pero siendo evidente la relación causa-efecto entre la controlada restricción del primero y la parálisis de las segundas, apelar al sentido común es como hacer un chiste.
La solución ecológica sufre boicot porque, descontadas las estructuras de funcionamiento, es mucho más barata y es inagotable.
Sin embargo, la posesión de un fósil cuyo coste de extracción se está haciendo antieconómico no garantiza la estabilidad del consumo. Ya vemos que una caída de éste precipita la del precio, porque reducir la producción nada resuelve. Varios países productores despeñan hoy la moneda y estrenan graves recesiones porque sus presupuestos son incompatibles con el barril-brent a 59 dólares.
Y no son solamente países dictatoriales o bananeros, sino sistemas en punta democrática y pioneros en I+D+i. Pese al precio insólitamente bajo que hunde en la crisis economías tan dinámicas como la rusa, la mano negra que estrangula la generalización de las energías limpias no soltará la presa. Pueden sucederse las mayores calamidades y tendremos que escuchar con impotente indignación que energúmenos como Vladimir Putin amenacen a Ucrania con armas nucleares si las sanciones occidentales –entre ellas, la desviación a otros proveedores del gas y el crudo importados de Rusia– siguen descuadrando sus cuentas y amenazan con descalabros de hasta casi un 5% en su producto interior, mientras el rublo prosigue en barrena.
El petróleo como rey y señor de las economías, tanto si favorece a las productoras como si arruina a las consumidoras, es, a los ojos de algunos de los pensadores más imparciales de este tiempo, causa directa o indirecta de todos los males del mundo.
Tildar de exagerada esta afirmación es tanto como cerrar los ojos al hecho de que un recurso esencial, como el de la energía, no puede ser un mercado en manos de pocos sin amenazar la libertad de todos. Son tantos los sacrificios que hoy sufren la mayor parte de las sociedades de la Tierra que hasta parece deseable que el barril-brent caiga mucho más, hasta el nivel en que las energías alternativas se hagan indispensables para la vida, incluso dentro del círculo restringido de los productores.
En cualquier caso, habría que forzar en quienes nos gobiernan una superación de la cobardía, la criminal ineptitud de coadyuvar en el secuestro fáctico de otros modelos energéticos.
Las consecuencias de no hacerlo pueden ser funestas.


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